15. John Locke (1632-1704)
Biografia:
John Locke
(Wrington, Somerset, 1632 - Oaks, Essex, 1704)
Pensador británico, uno de los máximos representantes del empirismo inglés, que
destacó especialmente por sus estudios de filosofía política. Este hombre
polifacético estudió en la Universidad de Oxford, en donde se doctoró en 1658.
Aunque su especialidad era la medicina y mantuvo relaciones con reputados
científicos de la época (como Isaac Newton), John Locke fue también
diplomático, teólogo, economista, profesor de griego antiguo y de retórica, y
alcanzó renombre por sus escritos filosóficos, en los que sentó las bases del
pensamiento político liberal.
John Locke
Locke se acercó a tales ideas como médico y
secretario que fue del conde de Shaftesbury, líder del partido Whig, adversario
del absolutismo monárquico en la Inglaterra de Carlos II y de Jacobo II.
Convertido a la defensa del poder parlamentario, el propio Locke fue perseguido
y tuvo que refugiarse en Holanda, de donde regresó tras el triunfo de la
«Gloriosa Revolución» inglesa de 1688.

En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el
gobierno civil (1690), sentó los principios básicos del constitucionalismo
liberal, al postular que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales que
el Estado tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida, la libertad y
la propiedad. Partiendo del pensamiento de Thomas Hobbes, Locke apoyó la idea
de que el Estado nace de un «contrato social» originario, rechazando la
doctrina tradicional del origen divino del poder; pero, a diferencia de Hobbes,
argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta, sino que era
revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.
La autoridad de los Estados resultaba de la
voluntad de los ciudadanos, que quedarían desligados del deber de obediencia en
cuanto sus gobernantes conculcaran esos derechos naturales inalienables. El
pueblo no sólo tendría así el derecho de modificar el poder legislativo según
su criterio (idea de donde proviene la práctica de las elecciones periódicas en
los Estados liberales), sino también la de derrocar a los gobernantes
deslegitimados por un ejercicio tiránico del poder (idea en la que se apoyarían
Thomas Jefferson y los revolucionarios norteamericanos para rebelarse e
independizarse de Gran Bretaña en 1776, así como la burguesía y el campesinado
de Francia para alzarse contra el absolutismo de Luis XVI en la Revolución
Francesa).
Locke defendió la separación de poderes como forma
de equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el despotismo;
pero, por inclinarse por la supremacía de un poder legislativo representativo
de la mayoría, se puede también considerar a John Locke como un teórico de la
democracia, hacia la que acabarían evolucionando los regímenes liberales. Por
legítimo que fuera, sin embargo, ningún poder debería sobrepasar determinados
límites (de ahí la idea de ponerlos por escrito en una Constitución). Este tipo
de ideas inspirarían al liberalismo anglosajón (reflejándose puntualmente en
las constituciones de Gran Bretaña y Estados Unidos) e, indirectamente, también
al del resto del mundo (a través de ilustrados franceses, como Montesquieu,
Voltaire y Rousseau).
Menos incidencia tuvo el pensamiento propiamente
filosófico de Locke, basado en una teoría del conocimiento empirista inspirada
en Francis Bacon y en René Descartes. Al igual que Hobbes, John Locke
profundizó en el empirismo de Bacon y rechazó la teoría cartesiana de las ideas
innatas; a la refutación de tal teoría dedicó la primera parte de su Ensayo
sobre el entendimiento humano (1690). Según Locke, la mente humana nace tamquam
tabula rasa; es decir, en el momento de su nacimiento, la mente de un niño carece
de ideas: es como un papel en blanco en el que no hay ninguna idea escrita
(Descartes afirmaba que contenía ideas innatas, como por ejemplo la idea de
Dios).
Todas las ideas proceden de la experiencia, y de
la experiencia procede todo nuestro conocimiento. Experiencia no significa
únicamente en Locke experiencia externa; igual que percibimos el exterior (por
ejemplo, el canto de un pájaro), percibimos nuestro interior (por ejemplo, que
estamos furiosos). En consecuencia, dos son los ámbitos de la experiencia: el
mundo exterior, captado por la sensación, y el de la conciencia o interior,
captado por la reflexión.
De este modo, cuando John Locke y los empiristas
en general hablan de ideas, no se refieren a ideas en el sentido platónico, ni
tampoco a conceptos del entendimiento, sino a contenidos de la conciencia, es
decir, a la impronta que han dejado en la misma una sensación o una reflexión.
Hay ideas simples que se adquieren tanto en la sensación (alto, dulce, rojo)
como en la reflexión (placer, duda, deseo); e ideas complejas que se forman a
partir de las simples, merced a la actividad del sujeto. Hay una gran variedad
de ideas complejas, pero pueden reducirse a las de sustancia, modo y relación,
que son paralelas a los elementos del juicio: sujeto, predicado y cópula; no en
vano es el juicio la actividad sintética por excelencia del entendimiento.
Por la sensación no conocemos la sustancia de las
cosas, y puesto que, conforme a las premisas de Locke, todo lo que llega al
entendimiento pasa por los sentidos, tampoco podemos conocerla por el
entendimiento. Por la sensación sólo percibimos las cualidades de las cosas,
cualidades que pueden ser primarias y secundarias. Las cualidades primarias son
las que se refieren a la extensión y al movimiento con sus respectivas
propiedades y son captadas por varios sentidos.
La cualidades secundarias, tales como el color, el
sonido o el sabor, son percibidas por un solo sentido. Las cualidades primarias
tienen valor objetivo y real, es decir, existen tal como las percibimos, pero
las cualidades secundarias, aunque sean causadas por las cosas exteriores, son
subjetivas por el modo en que las percibimos: más que cualidades de las cosas,
son reacciones del sujeto a estímulos recibidos de ellas. Para Locke, la sustancia
no es cognoscible, aunque es posible admitir su existencia como sustrato o
sostén de las cualidades primarias y como causa de las secundarias.
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