20. Karl Marx (1818-1833)
Biografia:
Karl Marx
(Tréveris, Prusia occidental, 1818 - Londres,
1883) Pensador socialista y activista revolucionario de origen alemán.
Raramente la obra de un filósofo ha tenido tan vastas y tangibles consecuencias
históricas como la de Karl Marx: desde la Revolución rusa de 1917, y hasta la
caída del muro de Berlín en 1989, la mitad de la humanidad vivió bajo regímenes
políticos que se declararon herederos de su pensamiento.
Karl Marx
Contra lo que pudiera parecer, el fracaso y derrumbamiento
del bloque comunista no habla en contra de Marx, sino contra ciertas
interpretaciones de su obra y contra la praxis revolucionaria de líderes que el
filósofo no llegó a conocer, y de los que en cierto modo se desligó
proféticamente al afirmar que él no era marxista. Ciertamente fallaron sus
predicciones acerca del inevitable colapso del sistema capitalista, pero,
frente a los socialistas utópicos, apenas se interesó en cómo había de
organizarse la sociedad. En lugar de ello, Marx se propuso desarrollar un
socialismo científico que partía de un detallado estudio del capitalismo desde
una perspectiva económica y revelaba las perversiones e injusticias intrínsecas
del sistema capitalista.
En tal análisis, fecundo por los desarrollos
posteriores y vigente en muchos aspectos, reside el verdadero valor de su
legado. En cualquier caso, es innegable la altura de sus ideales; nunca
ambicionó nada excepto "trabajar para la humanidad", según sus propias
palabras. Y, refiriéndose a su libro El capital, dijo: "Dudo que nadie
haya escrito tanto sobre el dinero teniendo tan poco".
Biografía
Karl Marx procedía de una familia judía de clase
media; su padre era un abogado convertido recientemente al luteranismo. Estudió
en las universidades de Bonn, Berlín y Jena, doctorándose en filosofía por esta
última en 1841. Desde esa época el pensamiento de Marx quedaría asentado sobre
la dialéctica de Hegel, si bien sustituyó el idealismo hegeliano por una concepción
materialista, según la cual las fuerzas económicas constituyen la
infraestructura subyacente que determina, en última instancia, fenómenos
«superestructurales» como el orden social, político y cultural.
En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, cuyo padre
inició a Marx en el interés por las doctrinas racionalistas de la Revolución
francesa y por los primeros pensadores socialistas. Convertido en un demócrata
radical, Marx trabajó algún tiempo como profesor y periodista; pero sus ideas
políticas le obligaron a dejar Alemania e instalarse en París (1843).
Por entonces estableció una duradera amistad con
Friedrich Engels, que se plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y
política de ambos. Fue expulsado de Francia en 1845 y se refugió en Bruselas;
por fin, tras una breve estancia en Colonia para apoyar las tendencias
radicales presentes en la Revolución alemana de 1848, pasó a llevar una vida
más estable en Londres, en donde desarrolló desde 1849 la mayor parte de su
obra escrita. Su dedicación a la causa del socialismo le hizo sufrir grandes
dificultades materiales, superadas gracias a la ayuda económica de Engels.
Engels y Marx
Marx partió de la crítica a los socialistas
anteriores, a los que calificó de «utópicos», si bien tomó de ellos muchos
elementos de su pensamiento (particularmente, de autores como Saint-Simon,
Robert Owen o Charles Fourier). Tales pensadores se habían limitado a imaginar
cómo podría ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar que su implantación
resultara del convencimiento general y del ejemplo de unas pocas comunidades
modélicas.
Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer
un «socialismo científico», basado en la crítica sistemática del orden
establecido y el descubrimiento de las leyes objetivas que conducirían a su
superación; la fuerza de la revolución (y no el convencimiento pacífico ni las
reformas graduales) sería la forma de acabar con la civilización burguesa. En
1848, a petición de una liga revolucionaria clandestina formada por emigrantes
alemanes, Marx y Engels plasmaron tales ideas en el Manifiesto Comunista, un
panfleto de retórica incendiaria situado en el contexto de las revoluciones
europeas de 1848.
El capital
Posteriormente, durante su estancia en Inglaterra,
Marx profundizó en el estudio de la economía política clásica y, apoyándose
fundamentalmente en el modelo de David Ricardo, construyó su propia doctrina
económica, que plasmó en El capital; de esa obra monumental sólo llegó a
publicar el primer volumen (1867), mientras que los dos restantes los editaría
después de su muerte su amigo Engels, poniendo en orden los manuscritos
preparados por Marx.
Partiendo de la doctrina clásica, según la cual
sólo el trabajo humano produce valor, Marx señaló la explotación del
trabajador, patente en la extracción de la plusvalía, es decir, la parte del
trabajo no pagada al obrero y apropiada por el capitalista, de donde surge la
acumulación del capital. Denunciaba con ello la esencia injusta, ilegítima y
violenta del sistema económico capitalista, en el que veía la base de la
dominación de clase que ejercía la burguesía.
Karl Marx
Sin embargo, su análisis aseguraba que el
capitalismo tenía carácter histórico, como cualquier otro sistema, y no
respondía a un orden natural inmutable como habían pretendido los clásicos:
igual que había surgido de un proceso histórico por el que sustituyó al
feudalismo, el capitalismo estaba abocado a hundirse por sus propias
contradicciones internas, dejando paso al socialismo. La tendencia inevitable
al descenso de las tasas de ganancia se iría reflejando en crisis periódicas de
intensidad creciente hasta llegar al virtual derrumbamiento de la sociedad
burguesa; para entonces, la lógica del sistema habría polarizado a la sociedad
en dos clases contrapuestas por intereses irreconciliables, de tal modo que las
masas proletarizadas, conscientes de su explotación, acabarían protagonizando
la revolución que daría paso al socialismo.
En otras obras suyas, Marx completó esta base
económica de su razonamiento con otras reflexiones de carácter histórico y
político: precisó la lógica de lucha de clases que, en su opinión, subyace en
toda la historia de la humanidad y que hace que ésta avance a saltos
dialécticos, resultado del choque revolucionario entre explotadores y
explotados, como trasunto de la contradicción inevitable entre el desarrollo de
las fuerzas productivas y el encorsetamiento al que las someten las relaciones
sociales de producción.
También indicó Marx el objetivo último de la
revolución socialista que esperaba: la emancipación definitiva y global del
hombre (al abolir la propiedad privada de los medios de producción, que era la
causa de la alienación de los trabajadores), completando así la emancipación
meramente jurídica y política realizada por la revolución burguesa (que
identificaba con el modelo francés). Sobre esa base, Marx apuntaba hacia un
futuro socialista entendido como realización plena de las ideas de libertad,
igualdad y fraternidad, como fruto de una auténtica democracia; la «dictadura
del proletariado» tendría un carácter meramente instrumental y transitorio,
pues el objetivo no era el reforzamiento del poder estatal con la
nacionalización de los medios de producción, sino el paso (tan pronto como
fuera posible) a la fase comunista en la que, desaparecidas las contradicciones
de clase, ya no sería necesario el poder coercitivo del Estado.
La Primera Internacional
Marx fue, además, un incansable activista de la
revolución obrera. Tras su militancia en la diminuta Liga de los Comunistas
(disuelta en 1852), se movió en los ambientes de los conspiradores
revolucionarios exiliados hasta que, en 1864, la creación de la Asociación
Internacional de Trabajadores (AIT) le dio la oportunidad de impregnar al
movimiento obrero mundial de sus ideas socialistas.
En el seno de aquella Primera Internacional, gran
parte de sus energías las absorbió la lucha contra el moderado sindicalismo de
los obreros británicos y contra las tendencias anarquistas continentales
representadas por Pierre Joseph Proudhon y Mijaíl Bakunin. Marx triunfó e
impuso su doctrina como línea oficial de la Internacional, si bien ésta
acabaría por hundirse como efecto combinado de las divisiones internas y de la
represión desatada por los gobiernos europeos a raíz de la revolución de la
Comuna de París (1870).
Retirado desde entonces de la actividad política,
Marx siguió ejerciendo su influencia a través de sus discípulos alemanes, como
August Bebel o Wilhelm Liebknecht; desde su creación en 1875, ambos fueron
figuras de peso en el Partido Socialdemócrata Alemán, grupo dominante de la
Segunda Internacional que, bajo inspiración decididamente marxista, se fundó en
1889. Muerto ya Marx, Engels asumió el liderazgo moral de aquel movimiento; la
influencia ideológica del marxismo seguiría siendo determinante durante un
siglo.
Sin embargo, el empeño vital de Marx había sido el
de criticar el orden burgués y preparar su destrucción revolucionaria, evitando
caer en las ensoñaciones idealistas de las que acusaba a los visionarios
utópicos; por ello no dijo apenas nada sobre el modo en que debían organizarse
el Estado y la economía socialistas una vez conquistado el poder, dando lugar a
interpretaciones muy diversas entre sus adeptos. Dichos seguidores se
escindieron entre una rama socialdemócrata cada vez más orientada a la lucha
parlamentaria y a la defensa de mejoras graduales salvaguardando las libertades
políticas individuales (Karl Kautsky, Eduard Bernstein, Friedrich Ebert) y una
rama comunista que dio lugar a la Revolución bolchevique en Rusia y al
establecimiento de Estados socialistas con economía planificada y dictadura de
partido único (Lenin y Stalin en la URSS y Mao Tse-tung en China).
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