1. Tales de Mileto (624-548 a. C.)
Biografía:
Tales de
Mileto
(Mileto, actual Turquía, 624 a.C. - 548 a.C.)
Filósofo y matemático griego. Iniciador de la escuela de Mileto, la primera de
las escuelas filosóficas de la antigua Grecia, es considerado el primer
filósofo por su aspiración a establecer una explicación racional de los
fenómenos de la naturaleza, trascendiendo el tradicional enfoque mitológico que
había caracterizado la cultura griega arcaica. Tales fue el primero que sostuvo
la existencia de un arjé, es decir, de
un principio constitutivo y originario común a todas las cosas, que identificó
con el agua; inauguró con ello un tema recurrente en la filosofía presocrática
y de vastas implicaciones en la tradición filosófica occidental.
La rica y próspera ciudad griega de Mileto, en la costa de la
actual Turquía, fue la cuna del pensamiento occidental; en ella se desarrolló,
a lo largo del siglo VI antes de Cristo, la actividad de los filósofos
milesios, es decir, originarios de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. El
paso del mito al logos, a la razón,
señala el comienzo de la filosofía. Y los filósofos milesios fueron, en efecto,
los primeros en prescindir de las explicaciones mitológicas y religiosas de los
fenómenos (los rayos son producto de la cólera de Zeus, la peste es un castigo
de los dioses) y en dar respuestas racionales a las cuestiones. No por ello
debemos percibir a los milesios como filósofos en el sentido moderno del
término, sino más bien como sabios interdisciplinares, interesados en lo que
actualmente serían campos diversos de la filosofía, la ciencia o la técnica,
como la astronomía, las matemáticas o la ingeniería.
La
cuestión filosófica que más ocupó a los pensadores de Mileto fue la del arjé (o arché),
palabra que puede traducirse como «principio» en su doble sentido: como
principio constitutivo (aquello de que están hechas las cosas) y como principio
originario (aquello de lo que proceden todas las cosas). Es obvio que la fisis,
la naturaleza o universo físico, es un conjunto de seres de muy diversa índole;
pese a ello, Tales y los filósofos milesios supusieron que existía un principio
constitutivo único, una sustancia común a toda esta multiplicidad de seres.
Pero a la hora de determinar cuál podía ser este primer principio, cada uno de
los pensadores de la escuela milesia dio una respuesta distinta: para Tales de
Mileto el arjé es el
agua; para Anaximandro, el ápeiron, lo indefinido;
para Anaxímenes, el aire.
La disparidad y lo que hoy nos parece escasa fundamentación de
las respuestas no puede socavar la trascendencia de estas aportaciones en la
medida en que suponen el inicio de una actitud racional, es decir, filosófica.
En este sentido, Tales representa el primer intento de dar una explicación
razonada del universo, introduciendo una hipótesis que permitía explicar su
origen y su composición y dar cuenta de la múltiple variedad de seres y
fenómenos. Es imposible reconstruir su pensamiento con precisión, porque,
aunque se le atribuyen algunas obras, no nos han llegado ni siquiera fragmentos
de ellas, ni tampoco es seguro que escribiera alguna; sólo disponemos de los
breves resúmenes y comentarios a su filosofía trazados por autores posteriores.
El
genio griego se inclinaba a la observación y a la especulación (no así a la
experimentación, base de la ciencia moderna que se inicia en Galileo), por lo que cabe la posibilidad de que Tales
partiera de la observación de las transformaciones que la materia puede
experimentar: el tronco arde y se convierte en cenizas, el mosto de uva
fermenta y deviene vino, de ciertas rocas extraemos metales, los seres vivos se
descomponen al morir. Tal observación pudo conducirle a suponer que cualquier
sustancia puede transformarse en otra, y que ello era posible porque todas las
sustancias eran simplemente aspectos diversos de una misma materia; es decir,
todas procedían y estaban formadas por un principio común, el arjé.
Quedaba
entonces determinar cuál era entonces ese principio constitutivo. Para Tales de
Mileto, el arjé es el
agua: todo nace del agua, la cual es el elemento básico del que están hechas
todas las cosas. Aunque tampoco conocemos con certeza las razones que le
llevaron a establecer el agua como arjé, sus
comentaristas coinciden en aventurar algunas. El agua es la materia que se
encuentra en mayor cantidad, rodea la tierra y corre a través de los
continentes; impregna la atmósfera en forma de vapor, que es aire, nubes y
éter, y del agua se forman los cuerpos sólidos al condensarse; por carecer de
determinaciones (estado, forma, color, olor), es apta para determinarse. El agua, por otra parte, es condición necesaria de lo vivo:
hace germinar las semillas y es imprescindible para las plantas y los animales,
hasta el punto de que la vida no es posible sin ella. La Tierra, para Tales,
era un disco plano que flota en un océano infinito, cubierto por la semiesfera
celeste.
La existencia de un primer principio fue asumida por los
filósofos posteriores, a pesar de que, como ya se ha indicado, no aceptasen que
el agua fuera tal elemento. Lo importante de la tesis de Tales es la
consideración de que todos los seres se constituyen a partir de un principio,
sea el agua, sea cualquier otro. Y el hecho de buscarlo de una forma racional,
de extraerlo de una serie de observaciones y deducciones, es lo que ha valido a
Tales el título de «padre de la filosofía». La cuestión del arjé,
en efecto, seguiría siendo tratada no sólo por sus discípulos de la escuela de
Mileto (Anaximandro y Anaxímenes), sino también por otros destacados pensadores
de la floreciente filosofía griega, como Pitágoras, Jenófanes de Colofón, Parménides, Heráclito, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo o Demócrito, hasta convertirse en uno de los motivos
centrales de la filosofía presocrática, es decir, de la anterior a Sócrates.
Para
calibrar la importancia de la aportación de Tales debe tenerse en cuenta,
además, que la noción misma de arjé envuelve
una serie de consecuencias que irían explicitándose a lo largo del periodo
presocrático y en las que reconocemos temas fundamentales de la filosofía
occidental. Así, por un lado, la existencia de un principio constitutivo común
implica que la multiplicidad de seres que observamos en la naturaleza es sólo
aparente; en consecuencia, el testimonio de los sentidos no es fiable. Por otra
parte, tal principio constitutivo es una esencia inmutable y eterna,
propiedades que no se manifiestan en la continua transformación de los seres
individuales y que sólo pueden ser aprehendidas por la razón, único instrumento
que permite discernir lo verdadero de lo aparente.
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